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sábado, 28 de diciembre de 2013

Reencuentro

Os pongo en situación, el pasado verano, como comentaba en mi proyecto me interesa, tuve una experiencia en una escuela de verano, con un niño que tenía problemas en cuanto al desarrollo mental normal, del que los monitores no fuimos avisados.

Esta Navidad he tenido la suerte de estar otra vez como monitor, esta vez en la “Escuela de Navidad”. Cuando me comentaron que estaría estas dos semanas como monitor en el mismo sitio, entre muchos de mis pensamientos me vino a la cabeza este niño, pues él había sido mi inspiración para poder aportar mi granito de arena a nuestro proyecto. Miré las listas de admitidos para esta primera semana y en efecto él estaría junto con otros niños en la escuela.

La semana empezó entre caos del primer día, esta vez y distinto al sentimiento que tenía en verano, me veía capaz de ofrecer un muy buen servicio a todos aquellos niños, ponía en práctica el bagaje de conocimientos adquiridos en nuestra asignatura. Como nombraban dos compañeros nuestros en su “me interesa”, deje de ser un ‘pedagogo venenoso’ en muchas cosas que antes consideraba que hacía bien, pero tras el trascurso de este cuatrimestre me daba cuenta que estaba insumido en un error.
He intentado tratar a todos los niños desde el respeto dándole la atención necesaria, atendiendo a desigualdades, conflictos,… evitando el recreacionismo, en el cual solemos caer los monitores de actividades juveniles muchas veces.
Además del caso nombrado de problema psicológico, teníamos otros tres niños, dos de ellos con discapacidad mental, un pequeño retraso mental, que por el comentario de otros compañeros, habían mejorado un montón desde la última vez y los especialistas le habían recomendado la socialización con los demás niños, imprescindible para su mejora. El tercero de estos tenía déficit de atención por hiperactividad.



Siguiendo con mi protagonista, los tres primeros días de la semana fueron fantásticos, pues aunque no lográbamos que este participara como uno más en las actividades, lo incorporábamos en estas con otro papel, siempre que a él le apetecía. Un ejemplo de esto se dio en un juego en el que la acción de los niños se daba tras el sonido de un silbato cada turno, pues la labor de nuestro amigo, me permito llamarlo así porque lo considero un amigo, era la de pitar decidiendo él el momento en el que pitar. Estaba a mi lado y cada vez que pitaba me miraba y me preguntaba “¿Lo estoy haciendo bien?”, obviamente mi respuesta era afirmativa, pues ante esta su cara era felicidad pura, se sentía útil y valorado. Cuando no le apetecía mucho realizar los juegos le ofrecíamos el poder ver comics, cosa que le encanta, y el aceptaba sin pensarlo.
En estos tres primeros días su actitud hacia todo el mundo era genial, cada vez que se cruzaba con un monitor eran, abrazos y besos. Recuerdo una de esas veces que me abrazo y me dijo “Te quiero”, para mí eso fue el mejor regalo de estas navidades.


Llegó el último día, y por el hecho de ser el último día las actividades no eran las mismas que el resto de la semana y se realizaban grupos más grandes. Este niño no lo comprendió del todo, pues él quería hacer lo de siempre. Quería subir a la sala de juguetes, pues le tocaba a esa hora subir con su grupo. Una compañera hablo con él, comunicándole que ese día no se hacían las mismas actividades. La reacción de este no fue muy buena, pues se puso algo violento y le dijo textualmente a mi compañera “Señora malvada, te voy a meter piedras en los bolsillos y te voy a tirar a un pozo”, que aun que ahora parezca algo graciosa, en ese momento no fue para nada graciosa.
Ante esta situación, me quede sentado con él en unas escaleras intentando hablar con él, para poder tranquilizarlo, sin levantar la voz sin obligarlo a nada, simplemente que me contase que le ocurría, este era incapaz de cambiar su esquema, él quería estar en la sala de juegos, como el resto de días a esa hora. De su boca salió palabras como que todos los monitores éramos malos y no lo queríamos a él. Es un niño corpulento, con mucha fuerza y que no controla, sus movimiento eran violentos, daba patadas a las paredes. Una compañera y yo decidimos subirlo bajo unas condiciones acordadas con él mismo. Finalmente a los cinco minutos, cogió su juguete favorito, una marioneta de León, y accedió a bajar con los demás niños a jugar y a realizar los diferentes talleres programados para ese día.
Cuando llevaba escaso 5 minutos con los demás niños se acercó a cada monitor uno a uno y nos pidió perdón, sin decirle nadie que lo hiciese. Desde ese momento hasta que finalizo la mañana  cada vez que nos veía nos pedía perdón. Jugando con él y otros niños, se acercó a mí y me dijo “¿Quieres ser mi amigo otra vez?”.


Bajo todos estos problemas se encuentran niños que necesitan cariño y atención. Verlos a todos felices, tanto los que están bien como los que no, es una satisfacción inmensa.

4 comentarios:

  1. Esta es una de esas entradas que me hacen sentir satisfecho. Muestra lo esencial, y lo más complejo de la educación en acción. Además es una historia preciosa. Bravo por tí, por tu compañera, por el niño y por todo el grupo! Enhorabuena!

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  2. Esta clase de comentarios sí reportan satisfacción.
    Gracias por todo lo que has transmitido este corto cuatrimestre, Víctor.

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  3. Me ha encantado tu entrada, y como dices la asignatura de educación del movimiento nos a servido para saber cómo actuar en estas situaciones. Tu comportamiento de darle a cada niño una función y hacerles sentirse parte de un grupo les hace útiles y valiosos, y eso no tiene precio, ya que te lo agradecerán siempre.
    Saludos Norberto!

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  4. Como ya te dije, mucha suerte ha tenido el niño de tener un monitor como tú, que ya va cogiendo experiencia sobre como tratar estas cosas...
    Enhorabuena Norber!

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